martes, 11 de octubre de 2016

introducción y contexto

En este blog se tratará la visión y uso del pan en la Roma antigua, la importancia vital que tiene para las gentes que lo consumían a diario. Aquí se intentará ofrecer una experiencia  divulgativa y accesible a todo tipo de públicos sin caer en vulgarismos u olvidar los términos precisos (los cuales son necesarios para un correcto desarrollo de la didáctica y el aprendizaje).


¿Sabéis como llamaban los griegos a los romanos en base a sus costumbres? Así es,  aunque parezca curioso los conocían bajo el nombre de “los comedores de pan”. Esto nos da una imagen de lo tremendamente importante que fue para los romanos; reflejándose esto también en sus muchas formas de comerlo y usarlo como acompañamiento de comidas más copiosas. No solo se empleaba en las comidas al uso, en el día a día, sino que era la base de los ejércitos allí donde fuesen (Estos ingerían entre  800 gramos y 1kg de pan al día por persona en tiempos de guerra en los campamentos). Lo que nos viene a decir que tras la industria del pan floreció un comercio en base a la necesidad y un tremendo aumento de las mejoras tecnológicas que permitían tener tanto hornos portables como fijos.

 No podemos concebir una sociedad, ni moderna ni ancestral, sin el pan. Este alimento ha sido la base, el sustento, de las gentes del continuo de la historia a lo largo de generaciones.           Pero no podemos lanzarnos a hablar del pan sin más. Tenemos que conocer primero sus procesos y las transformaciones que ha de sufrir para llegar a ser el alimento que es.                        Es por ello que el primer foco en el que uno debe poner la mirada es la propia siembra, es decir, en la agricultura del trigo.

La agricultura del cereal ocupa una muy pequeña extensión en los textos romanos en detrimento a la de la vid y el olivo. Los agrónomos invertían la mayor parte de su tiempo en el cultivo de la vid y el olivo pese a lo que pudiésemos pensar como coherente hoy día. Se le daba una importancia simbólica mayor a estos dos productos incluso aunque el trigo (como cereal primordial) fuese lo que sustentaba la alimentación y no las fiestas o los banquetes.                                                                  Centrándonos ya únicamente en el trigo podemos afirmar con cierta seguridad que su cultivo fue común y muy similar en todas las zonas del Mediterráneo pues estas tenían unas condiciones climáticas y unas tierras muy homogéneas.                                                                  
Pero ¿Cómo eran estas tierras? Los romanos distinguían tres tipos de tierra:
-                                   -  La facilis terra o facilis culturae: era la más indicada para el cultivo pues se trataba de 
                     una tierra suelta (soluta) y podía trabajarse con asnos o bueyes cómodamente.
-                                   -  Las sabulosae: tierras arenosas que había que mejorar mediante técnicas de mezclado                          para hacerlas aptas.
-                                  -  Las cretosi ac nimium densi: estas últimas son las más difíciles de tratar, las de peor                              calidad.Consisten en terrenos arcillosos, demasiado densos y pobres en nutrientes (en                          muchas ocasiones ni mezclándolas con tierras de facilis culturae de la mejor calidad                            daban el resultado esperado; casi estériles).

Según la calidad del terreno eran posibles unos cultivos u otros y pese a ser el trigo un cereal de secano y carácter extensivo se necesita una muy buena tierra para que este sea de calidad. El agricultor aireaba el suelo con un arado, lo tornaba suelto y libre de malas hierbas, para luego estercolarlo. Una vez terminado este proceso el suelo ya era apto para la siembra, la cual se realizaba a voleo para distribuir el grano y se cubría con tierra volteándolo nuevamente con el mismo arado empleado anteriormente ( en las próximas entradas se le dedicará un apartado especial a los tipos de arado en época romana)

Las labores agrícolas practicadas tanto para preparar la tierra como para la siembra requieren otros útiles más allá del arado. El azadón y la azada (cuya forma puede ser rectangular, cuadrada, redondeada, acabada en pico y estar engarzadas en un mango de madera o metal para cava y removido de hierbas, era empleado en mayor medida que la hoz (falces; de hoja curvada y en su mayoría enteramente hecha de metal. Aunque también existían hoces de piedra de sílex y de mangos de madera; de creación prerromana reutilizada), que era relegada a la única función de la siega cuando el trigo ya alcanzaba su punto máximo de crecimiento que poseían un mango afilado para facilitar el clavado en la tierra y ser empleadas también como medio de cavado. Otro utensilio empleado por los romanos fue la guadaña (falces foenariae; cuchilla afalcatada puesta en un astil largo y sin manijas para su sujeción) destinado a la siega.

Toda esta panoplia de útiles para la recolección y siembra nos dan una idea general de la vida del campesino romano. Del pueblo que araba, sembraba y recolectaba. De cómo vivían condicionados por la estibalidad de las cosechas, condicionados por las rotaciones de los cultivos y las innovaciones tecnológicas enfocadas a la producción de alimentos; y más concretamente, en nuestro caso, focalizadas al pan y al cambio socio-estructural que este supuso en las gentes romanas de todas las épocas (Roma monárquica, Roma republicana, Roma imperial e incluso en su caída hacia el mundo tardo-antiguo)

En los próximos artículos se trataran temas tan importantes como la rotación de cultivo, los recipientes en los que se almacenaba este grano, su trillado, su procesado, recetas y horneado de los muy distintos tipos de pan.


Artículo de : Claudia González Bravo.

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